Tuesday

En medio de la noche… (Penumbra)




Era sumamente oscuro; la única luz en el cuarto era una luz amarilla tenue que venia de la casa vecina. Las paredes a medio despintar de la habitación; estaban cubiertas con las sombras irregulares de los árboles que se movían violentamente impulsadas por el viento.

La intensidad de la luz cambio inesperadamente cuando los relámpagos empezaron. El continuo rasqueteo en la ventana y el silbido del viento mantenía al pequeño despierto.

Metido bajo las cobijas el niño empezó a temblar; no pudo llamar a nadie por consuelo, estaba solo, las manos le sudaban y el corazón le golpeaba con fuerza…
En un segundo, una sombra cubrió el cuarto con lo que parecía ser un demonio extendiendo sus brazos; en el segundo siguiente la luz de afuera se apago y los relámpagos cesaron. El cuarto en oscuridad y silencio.

El pequeño sintió que moría; esa visión del demonio buscando su alma se repetía una vez tras otra en su mente mientras recitaba oraciones buscando protección…
Las horas fueron eternas pero finalmente la mañana llego.
El canto de los gallos; el sonido de motores y el olor a café fresco le dieron al pequeño la seguridad de que no estaba solo, de que todo iba a estar bien. Lentamente se levanto de la cama; las sabanas estaban completamente cubiertas de sudor y el niño tenia ese dolorcito en la cabeza que queda después de una jaqueca

Al levantarse de la cama puso la mano en la mesa de noche, una sustancia marrón viscosa le cubrió los dedos pero no le presto mucha atención; estaba mas interesado en bajar a la mesa a desayunar. Al ponerse de pie en el suelo los pies se le llenaron de arena.

El día fue normal, como un sábado pude ser normal para un niño de 7 años. El desayuno, jugar, la tele, jugar, y jugar un poco más.
Pero en la tarde el temor de pasar otra noche en ese cuarto motivó al muchacho a buscar su casco de detective y descifrar el misterio del demonio, de la arena y de los rastros en su mesa de noche.

Metido en 4 patas bajo la cama trataba de encortar una explicación para la arena en el suelo pero lo encontró nada. Decepcionado empezó a salir con dificultad y empujo sin querer una bota vieja de caucho; una de esas botas que usan los niños del vecindario para saltar charcos. Como sea, la bota cayó y al caer el sonido claro de partículas de arena y piedrecitas golpeando el piso de madera se dejo oír. En ese preciso momento las pequeñas conexiones cerebrales hicieron contacto y la expresión facial cambio de frustración a completo conocimiento.
Sí el había estado jugando en la arena el día anterior y al quitarse las medias para meterse a la cama había creado una montanita de arena a la cabecera de la cama.
Inmediatamente se dirigió a la mesa de noche para investigar la segunda pieza del misterio.
Al pasar los dedos por la mesa le quedaron pegajosos; con un poco de recelo acerco la mano a la nariz y la olio; el olor era conocido pero no del todo.
Mientras levantaba los ojos como tratando de adivinar que era ese olor… en una esquina; junto a la pata de la cama encontró la respuesta; un papelito de chocolate, de esos chocolates que tienen un cetro suave; de esos chocolates que se derriten si uno los deja en la mesita de noche después de un día caluroso; de esos chocolates que cuando se derriten dejan una sustancia pegajosa difícil de identificar.

Arrodillado en el suelo con los codos en la cama y de espalda a la ventana, repasaba los hechos de la noche en cuestión. Ya se había aclarado el origen de la arena y el de la sustancia viscosa en la mesa de noche, pero faltaba identificar a la criatura tenebrosa que lo había visitado la noche anterior. Mientras recordaba detalles importantes; de manera inesperada el rasqueteo en la ventana empezó de nuevo.
Las piernas le temblaban y rápidamente hundió la cara en la cama temeroso de voltearse a mirar..
Los segundos pasaban y parecían horas, el niño con una voz apenas audible inicio sus oraciones; le pedía a Dios que lo protegiera; y que si algo le pasaba que por lo menos cuidara a sus hermanitos para que su mama no estuviera sola. El pequeño pauso por un instante y escucho un silencio casi como de cementerio en la habitación. Seguro de que su Dios lo había escuchado levanto los ojos lentamente y al mirar a la pared… la imagen del demonio extendiendo sus brazos lo paralizo de nuevo; Ya no pudo esconder la cabeza en la cama, ya no pudo orar por protección, este era sin duda el fin.

El cuerpo frágil se había convertido en un objeto sólido sin coyunturas; la boca estaba paralizada en una posición semiabierta, los ojos cerrados y la cabeza escondida entre los hombros como esperando un golpe. Poco a poco, lentamente empezó a girar hacia la ventana hasta que estaba frente a frente con la criatura demoníaca.

En el último momento el niño saco valor para abrir los ojos y enfrentar al agresor….

Quiquiriquí dijo el gallo de la vecina sentado en el quicio de la ventana y
¡Gallo de m...! dijo el niño mientras buscaba algo que tirarle.
jj.

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